Enrique Chaparro, especialista en seguridad de los sistemas de información, explicó a Revista Fibra las posibles consecuencias del uso de chips RFID subcutáneos, a partir del anuncio del Club Tigre de comenzar a utilizarlo para el acceso de sus hinchas a la cancha.
El pasado lunes 25, el Club Atlético Tigre anunció el lanzamiento de un nuevo sistema de ingreso al estadio: un chip subcutáneo. De acuerdo a la información de prensa, el socio solo tendrá que acercar su cuerpo al lector de ingreso, que leerá los datos del chip y, si los pagos están al día, le permitirá el acceso.
Ahora, podés llevar a tu club adentro…De verdad ! pic.twitter.com/ojfAt1jZrq
— Club Atlético Tigre (@catigreoficial) 25 de abril de 2016
Este chip es un implante dérmico que se coloca entre el músculo y la piel y, normalmente, en los humanos, esos chips se implantan en el triángulo entre el índice y el pulgar, porque ahí no corre demasiado riesgo de poder romperse. En el caso de los ganados -para lo que se utilizaron desde su origen y para lo que fueron creados-, los chips se ponen en sus orejas.
Revista Fibra habló con Enrique Chaparro, especialista en seguridad de los sistemas de información, Secretario del Consejo de Administración de la Fundación Vía Libre y graduado en Matemáticas en la UBA, con posgrados en Canadá e Inglaterra, quien diferenció a estos chips de los que se utilizan para la Boleta Única Electrónica porque funcionan en una frecuencia distinta.
Ante la pregunta acerca de las posibles consecuencias del uso de este dispositivo subcutáneo, Chaparro explicó: «Habría que ver desde el punto de vista de las reglamentaciones de salud si eso no constituye una intervención de cirugía menor, porque es una práctica invasiva. El chip tiene 2 milímetros de diámetro por 12 milímetros de largo, así que la aguja debe poder introducir un chip de ese tamaño, por lo que es una intervención agresiva, y para sacarlo es un poco más complicado, porque hay que abrir con un escalpelo». De hecho, aclaró que «los riesgos para la salud debería evaluarlos el ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires antes de autorizarlo».
La mayor preocupación, según el especialista en seguridad informática, es que la persona que tenga implantado el chip «anda por la vida irradiando una señal de ‘soy hincha de Tigre'». Los chips de Identificación por Radiofrecuencia -en inglés, Radio Frequency IDentification (RFID)– funcionan pasivamente, es decir que se energizan cuando reciben una señal radioeléctrica, porque no tienen energía propia. «El tema es que tampoco tienen inteligencia específica para responder sólo a una señal determinada; a cualquier cosa que esté en su frecuencia, le van a contestar», aclara Chaparro.
Es importante aclarar que la información que emite el chip es su número de identificación, por lo que el receptor de esa señal «debería tener una manera de mapear el número de identificación al número de socio y a su información».
Con respecto al uso de esta tecnología como control de acceso -en este caso, para el ingreso al estadio del Club Tigre-, explica que «el ideal de un mecanismo de acceso es ‘algo que sepas’, ‘algo que tengas’ y ‘algo que seas’. El ‘algo que sepas’ es la contraseña, ‘algo que tengas’ es algún identificador, y ‘algo que seas’ son los identificadores biométricos. Entonces, en algunos casos, estos chips se usan como complemento para este tipo de autenticación, controles de entrada, pero hay que tener en cuenta que no es un tecnología pensada para NO ser fraguada», por lo que no se recomienda que se utilicen para reemplazar los otros tipos de métodos de identificación, sino sólo como complemento.
Para Enrique Chaparro, el problema de tener como identificador a un chip subcutáneo es que «tener el chip instalado trasciende tu condición de ir a la cancha. Vos, tu carnet lo llevás encima cuando vas a la cancha; acá no podés sacarte y ponerte el identificador». Más allá de la situación concreta lanzada por el Club Tigre, como una estrategia de marketing para generar revuelo mediático, el Secretario de la Fundación Vía Libre se anticipa a lo que podría ser un conflicto mayor: «El problema serio es que se empiece a generalizar el uso de estos chips, sean obligatorios o no, porque aunque sean de uso voluntario siempre es preocupante porque hay un principio de una intervención agresiva y que estaría relacionado con pertenecer a algo».
«No sé si más allá del impacto publicitario estudiaron realmente el caso, porque si el chip no puede leerse correctamente esto te genera un punto de obstrucción de entrada a la cancha», reflexiona al explicar que estos chips podrían tener problemas de señalización debido a que la antena es cilíndrica en lugar de plana -como las etiquetas que se usan sobre objetos de algún comercio para evitar los robos-, por lo que «por la forma de emisión de la onda, no siempre se lee bien».
Un tema que aparece siempre que se menciona al chip de RFID es que se puede producir una invasión a la privacidad de las personas. Chaparro no lo desmiente, sino que explica que «una vez que tenés ese chip, es universalmente legible por quien disponga de un lector, más allá del Club Tigre, que podría ser desde casi cualquier celular con tecnología NFC« -Near Field Communication (en español, Comunicación de Campo Cercano)-. La invasión, en este caso, consiste en que el hincha tiene un identificador permanente que no se puede quitar. «Yo puedo elegir salir a la calle sin mi documento de identidad, que lo tengo que usar para determinadas cosas, pero esto va en el cuerpo desde la colocación hasta que te lo sacás», ejemplifica.
Entonces, la pregunta que surge es: ¿Qué deberían hacer los hinchas de Tigre? Chaparro responde: «Yo ni siquiera les digo a los hinchas que no se pongan el chip, pero sí que se informen sobre la extensión de esto. Es decir, si a vos no te molesta esto de hacerte permanentemente identificable, es tu problema. A mí no me simpatiza, entonces, si fuera obligatorio voy a salir a quemar cosas».
Con respecto al hecho de que el club explica que, por ahora, el uso del chip es voluntario, comenta: «A veces el acto voluntario es engañoso. Tener una cuenta en Facebook es un acto voluntario, pero estás virtualmente forzado a tenerla por una cuestión de relacionamiento social, por lo menos en determinados sectores de la sociedad. Entonces, es voluntario hasta cierto punto. En segundo lugar, nadie lee el contrato. Entonces, el mensaje acá es ‘leé el contrato’ y que entiendan que van a ir cargando por la vida el equivalente de tatuarse ‘soy hincha de Tigre’ en la frente».