El proyecto Atalaya, que logró llevar Internet comunitaria a la porteña Villa 20, tambien proveyó de conectividad a la localidad jujeña de La Quiaca.
La utilización de la fibra óptica, de la radiofrecuencia, de software libre, capacitación en tecnología, talleres de robótica y un portal de noticias son el combo de herramientas y acciones que utiliza el proyecto Atalaya, con el que logró llevar internet comunitaria a la porteña Villa 20 y conectividad a la localidad jujeña de La Quiaca, la que se extenderá la semana próxima a las 450 personas de la vecina Cieneguillas, en la Puna.
«Trabajamos desde 2014 para brindar conectividad a sectores que no tienen acceso a internet, con una lógica distinta, porque no sólo se trata de consumo, sino de participación; la conectividad en el marco del derecho a la comunicación, que la red de wifi sirva a la construcción de un espacio público», resumió a Télam Manuela González Ursi, integrante de Atalaya y de la organización Comunidad, que sustenta el proyecto.
En la sede de la ONG, en el corazón de la Villa 20 en Lugano, mate mediante, una docena de integrantes del colectivo social y vecinos compartieron con esta agencia los inicios, la actualidad y los planes de la experiencia colectiva de conectividad a internet y el impacto social que genera.
«A mí, me abrió la cabeza», contó uno de los primeros vecinos que tuvo acceso al servicio, Juan José, un apasionado de los libros a quien el mundo web le permitió «llegar a textos que creía inalcanzables por el precio» y que ahora se baja ebooks con audio que le permiten seguir «leyendo» mientras trabaja.
Para que Juan José y otros cientos de vecinos del barrio puedan navegar, el equipo de Atalaya se formó y generó alianzas con alumnos y profesores de las universidades Tecnológica Nacional y de Buenos Aires.
Primero fue un estudio de prefactibilidad «para armar un primer esquema de red que básicamente consistía en lograr tener Internet en la sede de la ONG. La solución técnica combina la fibra óptica con la radiofrecuencia», explicó la dirigente social.
A la fibra óptica «la recibimos en un complejo donde funciona la cooperativa Los Bajitos, a cinco cuadras de acá, y por radiofrecuencia, es decir por aire, logramos que llegue a través de una antena intermedia que está en casa de una vecina, hacia nuestro local y eso permite iluminar -llevar Internet- a 70 metros a la redonda», agregó.
Logrado el objetivo, la conexión se extendió primero a diez familias del barrio, en un proyecto piloto que concluyó en el armado de la red pública «a través de nodos instalados en toda la villa que hace que la gente pueda conectarse de manera libre y gratuita en los espacios públicos».