En una entrevista concedida a Página 12, Natalia Zuazo da cuenta de cómo impacta internet en la vida diaria de las personas y cómo los conflictos entre gobiernos y empresas afectan el desenvolvimiento de los usuarios en la red.
La autora de «Guerras de internet» plantea la necesidad de que se establezcan más «redes de protección» para que no se vulneren los derechos de privacidad de los ciudadanos, y la importancia de hacer un uso «consciente y sin temor» de internet.
Zuazo resalta que en los últimos años la Argentina había iniciado un abordaje político de la tecnología, y se muestra preocupada con «que ese camino se abandone y que se dejen de ver a las decisiones tecnológicas como decisiones políticas que pueden afectar la libertad, y que las decisiones tecnológicas queden en manos del mercado».
También da cuenta sobre las desigualdades que representa cada salto tecnológico y cómo acentuar esas desigualdades «depende de decisiones políticas».
“No somos conscientes de lo público que es lo que nosotros hacemos en Internet y las redes sociales. Hoy que el nuevo gobierno está entrando a los perfiles de las redes sociales de los empleados de los ministerios para ver lo que dicen, y utilizarlo en su contra, se pone sobre la mesa un conflicto acerca de los usos de la información para la toma de decisiones políticas, y los límites entre lo público y lo privado”, subraya Zuazo.
–¿Podemos decir que en los últimos años hubo un fuerte desarrollo de Internet en nuestro país?
–En la Argentina estábamos empezando a hacer un abordaje político de la tecnología, habíamos iniciado un camino. Se empezó a trabajar en dirección a la soberanía tecnológica en el campo de los satélites de telecomunicaciones, Argentina Conectada, con un sistema operativo libre como Huayra que desarrolló Conectar Igualdad. Me preocupa que ese camino se abandone y que se dejen de ver a las decisiones tecnológicas como decisiones políticas que pueden afectar la libertad, y que las decisiones tecnológicas queden en manos del mercado.
–En su libro, dice que Internet expone a los usuarios a un juego de relaciones de poder, ¿cómo se da eso?
–Sí, se producen relaciones de poder con las empresas de internet a las que en forma permanente los usuarios les entregamos datos. Alcanza con sólo analizar lo que vemos y todo lo que no vemos de quienes controlan nuestras relaciones, desde las personales que son las más evidentes, hasta nuestros gustos y consumos, las relaciones económicas, o relaciones del trabajo.
–¿Por ejemplo?
–En estos días se discute si se instalan en la ciudad las plataformas digitales Uber o Easy Taxi, que vinculan a pasajeros con conductores. Es una tecnología que impacta sobre relaciones económicas y de trabajo. Entran en juego los sindicatos, el debate del marco regulatorio, las leyes que deben cumplir, si es o no competencia desleal para los taxistas tradicionales. Y después los infinitos impactos tecno políticos, desde el espionaje internacional hasta las vigilancias masivas de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) en EE.UU., como la vigilancia de las cámaras de seguridad con las que convivimos y que ya tomamos como naturales.
–Usted dice que internet despierta, a la vez, una sensación de libertad y de miedo.
–Eso se enmarca en la novedad de la tecnología. Cuando la tecnología empieza a producir un cambio, en general, la opinión es de optimismo. Hace poco releía el texto de Bertolt Brecht sobre la radio, allí la idea es que la llegada de la nueva tecnología, tener más canales de comunicación y conexión con los ciudadanos, era una mejora para la democracia.
–Bueno, no es algo tan lineal…
–Cuando surgió internet pasó lo mismo. Más tecnología es mejor, la idea de autopista de la información que surge en los años 90 durante el gobierno de Clinton en Estados Unidos, y cuando acá empieza a instalarse masivamente internet: era sinónimo de progreso.
–Es el imaginario, un poco ingenuo, de la globalización.
–Así es, todo iba a llegar fácilmente a más personas de la misma manera, y todo sería mejor. Por supuesto después de un tiempo, empieza a verse que la tecnología genera desigualdades.
–Cada salto tecnológico genera sus brechas, su excluidos y sus conflictos.
–Claro, qué hacer con esas nuevas desigualdades depende de decisiones políticas. Muchas veces hay un optimismo que si no va acompañado por políticas, es puro voluntarismo tecnológico. Lo mismo cuando se habla del voto electrónico como solución definitiva a todos los problemas del sistema electoral argentino, garantizar la transparencia, evitar el riesgo de fraudes.
–A lo largo de la historia cada tecnología llega como una utopía y su caja de soluciones mágicas.
–Y con internet pasó lo mismo, primero fue la idea esperanzadora. Una activista decía que internet es como un tatuaje. Te tatuás cada cosa que hacés, y todo el mundo puede ver aunque pienses que no están viendo. Ahí empieza el miedo, cuando la tecnología empieza a usarse de otra forma. También hay un peligro que es salirse del sistema, no usar nada, y no reclamar tus derechos, como cuando una empresa dice pedir información para una cosa y después la usa para otra, como ha sucedido con Facebook.
–Frente a eso, ¿qué puede hacer la persona común, el usuario de a pie?
–Entender que un nuevo conjunto de derechos a defender son nuestros derechos digitales. A decidir, porque no todo está dado. Porque para bajar tal o cual aplicación, en general se está cediendo mucha información personal. Un ejemplo sencillo. Cuando viajo en subte, me aparece la posibilidad de conectarme al wifi. Una vez leí las condiciones y eran nefastas: pueden ver todo lo que yo estoy haciendo. Mi viaje puede durar unos 17 minutos. ¿Por esos minutos de conexión, tengo que ceder todo eso? Depende mucho de nosotros y de que tomemos decisiones informadas.
–¿Internet es considerado un servicio público universal?
–Así lo declaró la Comisión de Banda Ancha de Naciones Unidas el año pasado. Esto es muy importante porque todavía más de la mitad del mundo está desconectada de internet, hay un 60 por ciento de la población mundial que aún no está conectada.
–Hoy gran parte de la subjetividad, las relaciones humanas pasa por Internet.
–Sí, no es ninguna novedad si digo que vivimos en un mundo de monopolios informativos, pero también de monopolios culturales e ideológicos. De cada diez personas conectadas a internet cinco de ellas estamos en Google, Yahoo, Facebook, Amazon o en Hotmail, esa concentración indica que todos estamos viendo lo mismo, al mismo tiempo, la pregunta es ¿somos conscientes de que estamos mirando el mundo a través de esos filtros permanentemente?
–Es absolutamente desapercibido y mucho más cuando se construyen ideas como la de la nube.
–Es muy buena la imagen de la nube, es un acierto publicitario, porque la nube ofrece esta idea de que todo está arriba, sin que nadie lo toque, en el cielo, seguro y en realidad lo que esconde y está en manos de muchas personas. Esas personas son las dueñas de los caños que en la Argentina concentran el 80 por ciento de las comunicaciones por Internet, Telecom, Telefónica y Cablevisión Fibertel.
–Sucede que sin confianza por parte de los usuarios, internet no podría funcionar.
–En los data center, que son como grandes supermercados donde están los servidores, con toda la información, desde las películas hasta la información bancaria, los ingenieros que trabajan ahí, se ríen mucho de la idea de nube, ellos controlan el aparato físico, conocen la materialidad de internet, saben que internet es cables, conexiones, computadoras…
–Usted dice que internet está hecha de capas, como la ciudad. ¿Cuál es la capa que viene?
–Lo que viene es la Internet de las cosas. Primero tuvimos el teléfono, después tuvimos la capa de internet, ahora dejó de ser sólo ese cable que nos conecta. En la etapa que viene, van a estar conectados todos los aparatos que nos rodean, la heladera, el auto y el aire acondicionado.
Fuente: Página/12