Así lo aprobó el gobierno brasilero, el negocio fue anunciado en septiembre pasado y la matriz española deberá pagar a Vivendi cerca de seis mil millones de dólares.
La última aprobación necesaria para la adquisición integral por parte de Telefónica Vivo, filial de la multinacional española, de la operadora GVT, que era controlada por la francesa Vivendi, fue dada por la Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel).
Las exigencias que dispuso el ente regulador fue mantener los actuales planes para los clientes de GVT en contratos por 18 meses y evitar sobreponer el servicio de telefonía fija ofrecido por Vivo y GVT en algunos municipios.
También, en aquellas ciudades de Sao Paulo en las que se podría llegar a dar una concentración del mercado por parte de Vivo, por ejemplo Suzano, Votorantim, Arujá y Varzea Paulista, se exige que se mantenga la actual oferta de precios.
En ese sentido, Anatel requierió que en 90 días Vivo deberá expandir su red en mínimo diez ciudades por fuera del estado de Sao Paulo, dicha condición «no representa gran impacto en el plan de inversiones de Telefónica», según adelantó el consejero relator del proceso de compra, Igor de Freitas.
El costo del negocio fue de 4.663 millones de euro, casi seis mil millones de dólares, que deberá pagar Vivendi, el negocio ya había sido anunciado en septiembre pasado.
Con esta transacción, Telefónica Vivo pasará a liderar el mercado brasileño de banda ancha, ya que cuenta con el 30,73 % de los clientes y duplicará su presencia en el de televisión de pago, en el que llegará a una cuota de mercado de poco más del siete por ciento.
Por medio de un comunicado, Telefónica Vivo indicó que la decisión del Consejo de Dirección de Anatel «será de gran relevancia para el mercado brasileño de telecomunicaciones».
«La aprobación demuestra que el resultado de la futura operación conjunta de las dos empresas será benéfico para el mercado brasileño en términos técnicos, de mercado y competencia ya que las operaciones son ampliamente complementarias», aseguró.
La filial en Brasil entendió que la operación permitirá el «surgimiento de un nuevo competidor nacional caracterizado por la innovación de soluciones técnicas y robustez financiera y de gerencia».
Como asimismo, creará las «condiciones» para la «expansión de la infraestructura de telecomunicaciones» del país, particularmente en la oferta de internet de banda ancha, resaltó la empresa.
De esta manera, Telefónica «reafirma su confianza en Brasil y en el desarrollo del sector de telecomunicaciones, elemento fundamental para el crecimiento y competitividad del país».
Dicho acuerdo comercial incluyó la venta de las acciones de Telefónica en Telecom Italia, situación que, según Anatel, será valorada por la reguladora en «una segunda etapa de análisis del negocio».
Otra decisión de Anatel es la disolución del grupo Telco, pero condicionó esa decisión a la salida de Telefónica de Telecom Italia, controladora de la operadora brasileña TIM, en un plazo de 18 meses.
En ese lapso de tiempo, Telefónica tendrá suspendidos sus derechos políticos en Telecom Italia, por la disolución de Telco, la empresa española se transforma en el mayor accionista individual de la compañía italiana, controladora en Brasil de TIM.
La decisión responde a una petición de 2013 del Consejo Administrativo de Defensa Económica (CADE), órgano antimonopolio brasileño, que temía una concentración del mercado a favor de la multinacional española y pidió que TIM fuese vendido a un nuevo competidor o fraccionada entre los actuales operadores del mercado.
En los últimos meses, algunas compañías han entablado negociaciones para comprar y dividirse los activos y clientes de TIM, según revelaron responsables de Oi -fusionada con Portugal Telecom- y Claro, filial de la mexicana América Móvil, aunque los otros dos implicados han negado que se estudie esta operación.