En Cheyenne, Wyoming, Victor Miller desafía las normas al presentar a VIC, una inteligencia artificial desarrollada con tecnología avanzada, como su compañero de fórmula para la alcaldía.
VIC, basado en GPT-4 de OpenAI, se propone gestionar eficientemente la información legislativa y ejecutiva, destacando por su capacidad para analizar grandes volúmenes de datos de manera objetiva y rápida. Sin embargo, la propuesta de Miller enfrenta un obstáculo legal significativo: según la ley estatal, las IA no son elegibles para cargos políticos debido a su falta de presencia física, un requisito crucial para los candidatos. Esta iniciativa ha generado un debate sobre los límites éticos y legales de la tecnología en la política, con expertos como Carissa Véliz advirtiendo sobre los peligros de sobrevalorar las capacidades de la IA sin considerar su falta de sentido común y adaptabilidad en situaciones reales.
En el Reino Unido, una situación similar emerge con AI Steve, un avatar de IA creado por Steve Endacott para representar al distrito de Brighton Pavillion en el Parlamento. Endacott argumenta que AI Steve servirá como un vínculo directo entre los ciudadanos y el proceso legislativo, destacando la desconexión percibida entre los políticos y la población. Sin embargo, estas propuestas despiertan preocupaciones sobre la legitimidad y la eficacia de las IA en roles políticos, planteando interrogantes sobre cómo la tecnología puede complementar o reemplazar las capacidades humanas en la toma de decisiones públicas.